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NUESTRA HISTORIA

Donde una vez estábamos rodeados de bloques de cemento, nos encontramos rodeados de majestuosos bosques. Donde alguna vez hubo embotellamientos, ahora nos sentamos en pequeñas embarcaciones que viajan hacia la puesta de sol en el magnífico río Huallaga.

Con cada día que pasa, la Amazonía peruana nos abrió los ojos y los sentidos. Nos conectamos con el espíritu de la Madre, la energía que proviene de la montaña, y descubrimos el conocimiento que se guarda en los árboles, animales y plantas de la zona. Con su dulce y suave voz, el árbol de cacao nos cautivó y fue en la sorprendente fruta que la madre compartió su secreto y nos introdujo al chocolate de la más alta calidad.

Hemos escuchado atentamente a los espíritus del bosque y hemos creado el chocolate Tree to Bar. Usando cacao de nuestro propio fundo y trabajando con otros agricultores locales, desde la cosecha hasta el procesamiento, garantizamos la mejor calidad del producto que queremos compartir con usted.

En Chazuta pasó el tiempo y la población local había olvidado el cacao. El redescubrimiento de su cultivo ha revivido un importante recurso económico y también ha rescatado variedades de cacao nativo que se pensaba perdido. A través de nuestro trabajo de reevaluar la viabilidad del cacao nativo, hemos fortalecido nuestros lazos en la comunidad y les hemos permitido a los pequeños agricultores apostar por el cacao.

Junto con nuestros agricultores, nuestro objetivo es obtener una indicación geográfica para el cacao de Chazuta, cultivado con prácticas agroforestales mediante la optimización de los beneficios de combinar árboles nativos con plantas de cacao.

La idea de crear una marca de chocolate fue nuestra motivación original para escapar de la metrópolis ruidosa y comenzar una nueva vida en contacto con la naturaleza. En primer lugar estábamos restableciendo nuestras prioridades y comenzando una nueva vida en armonía y contacto con la naturaleza. Intentamos aprender lo que pudimos de un entorno natural y personas que han estado aquí desde la antigüedad.

Inicialmente maravillados por la abundancia y belleza que el bosque Amazónico guarda en su interior, la naturaleza sincronizaba nuestros sentidos para poder escuchar claramente su llamado a través de la voz dulce, suave y aromática del cacao.

LA LEYENDA DE NINA

Aorillas del majestuoso río Huallaga corría desde siempre una niña. Ella solía jugar con el Yacuruna, espíritu de las aguas. Juntos se bañaban en las cochas más preciadas y saltaban por las cataratas más imponentes.

Ella era Nina, una princesa amazónica, dueña del fuego.

Fue así hasta que un día, jugando con un venado, se fue internando cada vez más en el monte, hasta quedar bajo la sombra del árbol más grande que había visto en su corta vida. Estando allí ve acercarse sigilosamente un jaguar, que la sorprende con su majestuosidad y le hace saber que él la hizo llamar.

El felino la hechiza con su brillante mirada y la lleva consigo hasta el último rincón del bosque, donde Nina permanece durante media vida aprendiendo a ver un mundo desconocido para muchos hombres. Se familiariza con todos los animales y espíritus que moran en la selva, pero sobre todo aprende sobre las plantas: aquellas que te curan y te conectan, te alimentan y protegen.

Nina conoce a las Madres de las plantas, aquellos espíritus que comparten con ella su sabiduría y la ayudan a mantener el correcto equilibrio.

Un día, al estar degustando su fruto favorito, aquel que adornaba hermosamente los árboles del Amazona, se aparece la madre de ese árbol. Este espíritu se esmera por transmitirle su conocimiento, enseñándole todos los beneficios y secretos de ese tan noble fruto llamado Cacao. Aprende a apreciar la exquisitez de sus flores, la dulzura de su jugo y la magia de sus semillas, aquellas que se convierten en los más ricos manjares.

Pasa mucho tiempo informándose sobre los beneficios y la transformación de esa semilla, hasta entenderla e instruirse de su total sabiduría.

Luego de ese proceso Nina se da cuenta que había dejado de ser aquella niña curiosa y se había convertido en la princesa encargada de compartir su conocimiento, a través del más especial de los chocolates.